Una moda que ha venido para quedarse: los blancos fermentados en barrica

Compartir en facebook
Facebook
Compartir en twitter
Twitter
Compartir en linkedin
LinkedIn
Hasta hace pocos años, los blancos ‘sólo’ eran para el verano. Vinos que se servían muy fríos para frenar la canícula estival, sencillos, fáciles de beber, que entraban ‘facilito’ y poco más. Vinos poco gastronómicos, que permitían escasos maridajes como quesos, ensaladas, pescados blancos y para de contar. Pero de un tiempo a esta parte, las cosas están cambiando. 

El público ha descubierto los blancos con fermentación o tiempo en barrica

El mercado del vino, cada vez busca vinos diferentes y con una personalidad marcada y propia y con los blancos envejecidos en barrica o directamente fermentados en su interior, ha encontrado un filón.

La barrica les dota de más cuerpo y estructura, más untuosidad, complejidad aromática, al hacerse presentes los aromas terciarios obtenidos de la crianza, donde aparecen los toques de madera que recuerdan a los frutos secos, vainilla, especias… y les proporciona mayor longitud y persistencia en boca.

Además de esto, la madera le otorga a estos vinos, más capacidad de guarda, permitiendo consumirlos, más allá del año como era costumbre.

Otro hecho diferencial de estos vinos es, que lo más habitual es que la fermentación se produzca en la misma barrica por lo que van a permanecer, sin trasegar, varios meses sobre sus lías. Esta crianza sobre lías aumentará la acidez del vino blanco y le aportará mayor sensación de cuerpo y estructura, dándole en ocasiones, aromas a pastelería, muy propios del contacto con las lías.

En cuanto a los maridajes, el paso de madera de los vinos blancos, abre un mundo de posibilidades ya que en función de las características del vino, podremos emparejarlo incluso con carnes rojas y platos de intensidad gustativa más elevada.

Mina de Oro

Elaborado a partir de Viognier, una variedad que se sitúa en nuestra finca originaria “Finca Luzón” desde hace más de 20 años y que hasta el lanzamiento de este vino nunca habíamos trabajado en tal de dar forma a uno de nuestros vinos. 

Su nombre proviene del vocablo tagalo “Mindoro”, en honor a otra de las islas de Filipinas justo al norte de la isla de Luzón, de donde proviene el nombre e nuestra bodega, y  que significa literalmente, “Mina de Oro”. El brillante tesoro en forma de vino que tras un minucioso trabajo, hemos logrado crear. 

Arranca su fermentación de forma espontánea en depósitos de acero inoxidable, para pasar justo después a barricas de roble francés donde termina de realizar la fermentación alcohólica. Tras eso, el vino guarda un reposo de 6 meses sobre sus propias lías en cámara refrigerada, para posteriormente clarificarlo y embotellarlo.

Respecto a su color, gracias a su paso por madera, vemos como su color, el amarillo pajizo típico de la variedad, presenta unos preciosos reflejos dorados. 

En cuanto al aroma, unidos a su aroma floral extremadamente perfumado, típico de la variedad, se perciben aromas que recuerdan a la piña, la miel o el plátano.

En cuanto al paladar, resulta untuoso, cremoso y con notas de cereal junto con fruta blanca con un toque de madurez. De ligera acidez y de un postgusto largo y envolvente.